lunes, 4 de noviembre de 2019

Sed, de Neal y Jarrod Shusterman

¡Hola, bellotitas! Me cuesta un poco hacer reseñas porque estoy de bajón literario y no tengo ganas de nada >.< pero aquí va otra:


Neal Shusterman es un autor que me tiene completamente ganada. Leí la saga Desconexión hace unos años y me dejó alucinada, porque era brutal. Es uno de mis tesoritos literarios y no descarto volver a leerla pronto. Después leí Siega, que aunque no era tan increíble como la primera, igualmente me gustó muchísimo (esperando estoy su tercera parte). En cuanto tuve la oportunidad de hacerme con su nueva obra, Sed, me la pillé con los ojos cerrados en la FLM. Estaba segura de que me iba a encantar. Y... chasco. ¡Qué malo es ir con las expectativas tan altas!

Achaco mi pequeña decepción a dos posibles factores: El primero, que esta obra no es solo de Neal Shusterman, sino que comparte autoría con su hijo Jarrod, y puede que por eso no me haya dado los giros increíbles a los que me tiene acostumbrada, puede que las partes flojas sean cosa del hijo. Y segundo, que es autoconclusiva. Es una obra independiente. Es por este motivo que me gustan más las sagas que los volúmenes únicos. En las sagas los autores explotan todo su potencial, no se preocupan de si queda una historia muy tocha o no, vamos, que hacen lo que les da la gana. Además, no sé vosotros, pero yo personalmente las sagas son las historias que tiendo a recordar mucho más que los libros independientes. De cualquier manera, esta historia no daba para una saga tal cual está planteada (podría haber metido más factores y haberla hecho más retorcida, más rebuscada, pero se ha quedado en algo simple), pero aún así, se me queda floja. 

Sed nos cuenta una historia en la que miles de personas se quedan sin agua. El gobierno les corta el suministro y promete que enviará tanques llenos para que la gente subsista, pero ya sabéis cómo son los políticos: prometen, prometen, y no cumplen. De ese modo, cunde el pánico y empieza la locura. Primero, todos corriendo al super a comprar botellas, garrafas, hielo, refrescos, cualquier cosa líquida. Nada de piscinas. Nada de riegos automáticos. De ducharse mejor ni hablamos. No sé si lo sabéis, pero un ser humano puede resistir sin beber como mucho tres días antes de morir por deshidratación. Y la locura inicial va a más. Atascos. Disturbios. La gente pierde su humanidad y mata por un vaso de agua. 


Básicamente, lo que los Shusterman exploran en esta novela es la naturaleza animal del ser humano y su reacción ante una catástrofe como esta. Alyssa es nuestra protagonista. Sus padres cogen el coche para ir a recoger los suministros prometidos y nunca vuelven. Así, se mete en una aventura con su hermano pequeño, su vecino, y a medida que pasan los capítulos se le van sumando un par de personas más. 

El libro intenta hacer reflexionar al lector, por un lado sobre lo acostumbrados que estamos a tener algo como el agua, tan simple y a la vez tan necesaria, y por otro lo cueles, bestias y destructivos que podemos llegar los seres humanos cuando se trata de nuestra supervivencia y la de aquellos a los que queremos. 

¿Por qué el libro no me ha gustado? Como os comenté, la historia se me hizo floja. Alyssa y los otros chicos emprenden una aventura a contrarreloj para poder llegar a un lugar con agua antes de morir. No será tarea fácil. Todo parece que les sale mal. El plan A, fracasa. El plan B también. Y el C, y el D, y... todos. Cuando piensan en alguna posible salida, siempre hay algo o alguien que les entorpece. Quizás, teniendo en cuenta esto, el final me haya parecido demasiado Deux Ex Machina. Todo les sale mal, y cuando ya parece todo perdido, venga, la ayuda divina. Vaaaamos ya anda. Aparte de eso, después de mostrarnos en lo que podemos convertirnos los seres humanos, parece que al grupo de Alyssa no le afecta eso. La niña es inocente y generosa hasta rozar la estupidez. Tiene un hermano pequeño, que, dicho sea de paso, es un puto paquete, el crío no hace más que estorbar y cagarla, y desde el principio Alyssa pone su propia salud por detrás de la de su hermano. Hasta ahí, bien, pero cuando ya pone la salud de los vecinos por encima de la de ambos, ya no está tan bien. Ella es la única que no se vuelve una bestia sedienta. En general los personajes no los he encontrado demasiado trabajados, y el final que los autores dan a cada uno no me satisfizo en absoluto. Los que merecían un final acorde a su comportamiento durante la novela -tanto para bien como para mal- obtienen todo lo contrario. 

No, no me ha gustado. Entiendo que una historia así no puede ser saga, pero se queda muy, muy flojo, sobre todo en comparación con Desconexión o Siega. 

Aún así, seguiré leyendo a Neal Shusterman. No dejaré que una obra mediocre arruine la imagen que tengo de él. Todos tenemos nuestras grandes obras y otras obras menores. 

Bellotómetro:

3/5 bellotas. Flojo para ser el autor que es. 

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