domingo, 1 de abril de 2018

Flores en la tornenta, de Laura Kinsale

¡Hola, bellotitas! ¡Ya estamos en abril! ¡Mes de las lluvias y los bichos y las alergias! ¡Yupi! Pues traigo un libro que habla de flores y tormentas. Al menos en el título, porque lo que es en el interior, como que no.


Título: Flores en la tormenta
Título original: Flowers in the storm
Autora: Laura Kinsale
Editorial: Plaza Janes (PRH)
Precio: 9,95€ 
Páginas: 543
Edición: La única disponible en Amazon es la de Bolsillo. Yo tengo una de tamaño grande, pero he podido ver que es bastante cara. Yo la conseguí mediante Wallapop muy barata.


Sinopsis (Propia, sin spoilers): Christian Jervaux es un conde. Un gran matemático, pero su comportamiento es bastante libertino y escandaloso, pero un repentino e inesperado ataque lo deja con bastantes secuelas en el cerebro, y su familia decide internarlo en un manicomio. Su gran socio en el ámbito de las matemáticas era el viejo Timms, ciego, cuya única compañía era la de su hija Maddy. El manicomio en el que internan a Christian resulta ser de un primo de Maddy, y esta, cuáquera hasta la médula, ve clara la misión para la que ha sido encomendada: cuidar de ese duque, antiguo libertino sinvergüenza, ahora indefenso y a merced de los crueles cuidadores. Christian no está loco ni mucho menos, solo necesita un poco de tiempo para que su cerebro vuelva a funcionar como antes, pero tiempo es precisamente lo que no tiene, ya que su familia ve la oportunidad para declararlo incapacitado y así arrebatarle su título y su fortuna. 


Reseña: Qué libro tan bonito. Es el primero que leo ambientado en esta época (Todas las novelas románticas que he leído habían sido de highlanders), ¡y qué sorpresa! Yo me esperaba algo... no sé, algo diferente, algo más típico y tópico, pero de verdad que esta novela me ha dejado una sensación muy grata. No era lo que esperaba, era mucho más que eso. 
Nos presenta a un hombre y una mujer que no podrían ser más diferentes. Él es libertino, un viva la vida, que gasta dinero a espuertas, derrocha lo que tiene y lo que no, tiene aventuras con mujeres casadas... y la vida le va a pasar factura con un ictus. En aquella época no se sabía lo que era, pero con los conocimientos de ahora, sí, está claro, es un ictus lo que le da. Le deja medio cuerpo tocado, pero poco a poco le va volviendo la movilidad. Su cerebro no procesa todo a la velocidad con que lo hacía antes, y eso se nota sobre todo cuando le hablan los demás, que lo oye todo de manera aturullada y necesita que le hablen más despacio. A menudo no puede evitarlo y grita de la frustración que siente, y eso hace que le tengan por un loco peligroso, le encadenen, le aten, le pongan esposas para todo, y lo traten como si de una fiera se tratara. Baños de agua fría, puñetazos, fuerza bruta... El pobre Christian quiere decirles a todos que le saquen de ahí, que no está loco ni es peligroso, solo necesita tiempo. Pero no consigue que esas palabras salgan de su boca...
Mientras, ella es una cuáquera. Esto es, una secta religiosa. Es modesta, vive con lo justo, no se le permite vestir bonito, ni vanidades de ningún tipo. Ha sido educada así y no puede pensar de otra manera. La noche que conoce a Christian es justo la víspera del ictus, y solamente ve en él a un libertino, que por supuesto no le cae bien. Días más tarde, se presenta en el manicomio de su primo segura de que Dios le ha encomendado la misión de cuidar del duque. Christian es tratado de muy mala manera en ese centro, es torturado y los "cuidados" a los que estaba sometido eran inhumanos. Pero llega Maddy, a quien él cariñosamente llama "Niñamaddy" y le trata con humanidad, con respeto, con dulzura. Y gracias a ella él empieza a mejorar. Su deseo es salir de esa institución y volver a su casa, pero eso, desgraciadamente, no está en manos de Maddy. Y a esto hay que añadirle otra complicación: Sus cuñados y su madre quieren declararlo loco, o al menos incapacitado para seguir en posesión del título, y desean ser ellos los que manejen las finanzas de la familia mientras él se pudre en el manicomio. Tras una primera vista en la que Christian no es capaz de escribir, ni de responder a las sencillas preguntas que le hacen, todo parece perdido, pero su tía Vesta, que cree en él, consigue una segunda vista para dentro de unos meses, y deja caer que si se casara, su mujer podría negarse a que le arrebataran el título. Christian tiene claro con quien desea casarse: con Niñamaddy, la única que le ha tratado como a un ser humano y no como a una bestia, la única que le entiende. Pero ella es cuáquera, y no puede casarse con un hombre ajeno a su Asamblea, además de que ella no está enamorada de él y no va a participar en este juego. 


Ya no os cuento más. Esto es, más o menos, la mitad del libro. Después pasan muchísimas más cosas. Como os decía al principio, estos dos no podrían ser más distintos, pero sin embargo se enamoran. El amor no entiende de clases ni de religiones. Maddy es muy, pero muy cuáquera. A veces me desesperaba, porque todo en su vida y en su corazón giraba en torno a sus creencias, pero por otro lado la entiendes porque no puede ver la vida de otra manera. La autora se ha documentado mucho sobre esa secta, sobre lo que ellos llaman la Verdad, la Luz, el Camino, la Misión, sobre la Sencillez en el Habla. No ha metido a una cuáquera porque sí, realmente está muy bien logrado el esfuerzo por presentarla de manera que la entiendas y comprendas por qué ella piensa como lo hace. Odias a la familia de él, tan oportunistas ellos (Excepto a la tía Vesta, que es genial esa mujer), y deseas por favor que no se salgan con la suya. El tiempo en el que Christian está ingresado en el manicomio lo sufres mucho, y aún más si piensas que de verdad a esos pobres se los trataba así, de esa manera tan inhumana. Christian no era ningún santo pero no se merecía ese trato, y menos aún por la maldita herencia. Y luego ves que su solución no es demostrar sino aparentar. Esa sociedad hipócrita en la que si una persona ahorra y recorta gastos, el resto no lo mira como una jugada prudente, sino que ya sabe que tiene problemas, pero si derrocha dinero a espuertas, incluso arriesgando su patrimonio, con eso la sociedad ya lo verá como que no tiene problemas de liquidez. Aunque los tuviera. Porque Christian tenía muchos problemas de préstamos: Los que había hecho, que por lo que le sucedió, el banco no quería devolverle, y los que había pedido, que le acuciaban para que devolviera. Su capital también estaba retenido por el banco debido a su supuesta demencia. Si recortaba en gastos, que era lo que parecía más sensato, era como confirmar ante todos que no iba bien: lo peor que podría hacer. De modo que debía seguir derrochando lo que tenía y lo que no. Aparentar. Ese es el mundo de Christian. Me ha impresionado mucho toda esa parte. 
Por eso digo que esta novela se sale de todos los tópicos y nos muestra una historia bien hilada, bien construida, con unos personales reales y una ambientación exquisita. Se nota la labor de documentación que ha hecho la autora, y se agradece. No es el típico folletín, hay mucho más. Es una historia preciosa y desde aquí la recomiendo a todo el mundo.

Bellotómetro:

5/5 bellotas. Maravillosa.

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